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Viernes, 9 de septiembre del 2005 - Crítica de 11:14 Destino fatal.

Cine DVD films película Crítica de 11:14 Destino fatal de Greg Marcks con Hilary Swank Rachael Leigh Cook Patrick Swayze Requiem por un sueño

ada mejor que una noche en una pequeña ciudad del Medio Oeste americano para que uno limpie sus trapos sucios. Salvo si por casualidad varios paisanos tuyos deciden hacer lo propio con los suyos, entonces el fregado puede alcanzar dimensiones descomunales. También conviene no complicar las cosas demasiado, porque ya se sabe que, si una cosa va mal, con toda seguridad irá peor... Hay que alabar el complejo e intachable ejercicio de guión del que puede presumir "11:14, Destino fatal" (11:14, 2003), el primer largometraje del realizador Greg Marcks, el tipo de film que presenta una serie de personajes, historias y otros elementos sin nada en común, para luego ir recomponiendo el puzzle, entrelazando esos elementos. Lo que me preocupa particularmente en estos casos es que el resultado de ese puzzle, la imagen que muestre, haga valer la pena el tiempo invertido en su visionado, y no salir pensando que se ha presenciado un espectáculo fútil, o que se ha sido víctima de un engaño. En "11:14", hay algo de eso, pero la ironía, la falta de contemplaciones con los personajes, la brutalidad en muchos casos, de esta propuesta hace que por lo menos merezca una sonrisa. El cuadro final, decía, en este caso, es la de (ahora sí) una verdadera "Ciudad del Pecado", del pecado, eso sí, disculpable, del tipo en el que tu o yo podríamos caer, víctimas de la estupidez, de la desesperación o del miedo. Pecados que mantienen en jaque a una serie de personajes singulares, que se mezclan en situaciones estrambóticas y surrealistas, y que forman el retrato de un grupo de víctimas y verdugos al mismo tiempo, porque nadie está libre de culpa. "11:14" es una película para personas crueles, del tipo que disfrutan viendo a los personajes caer en una calamidad tras otra, de esos que gustan del humor negro y algún que otro momento brutal o escatológico, todo esto sin que por un momento se pierda la simpatía y la compostura. Aunque nadie puede exigirle credibilidad a una película que no cuenta con esta entre sus premisas, la preocupación por la construcción de su castillo de naipes hace perder el tino al realizador en alguna de los relatos, que se me antojan forzados. Esa misma preocupación es la que hace perder fuelle a la obra en sus últimos tramos, que van perdiendo la capacidad de sorprender, produciendo la sensación de que "se va completando", con lo que se elimina también cualquier posibilidad de un final abierto. Como contrapartida, Marcks nos regala su honestidad con la descripción de unos personajes bastante humanos y bastante pueriles, a los que pone a prueba, y quizá también, pretende reprender moralmente. El peor plato se lo lleva el personaje interpretado por la atractiva Rachael Leigh Cook, Cheri, una moderna mujer fatal, capaz de utilizar a dos chicos a la vez, que el realizador reserva para el final seguramente para que el espectador descargue todas las culpas sobre ella, pero a la que a la vez dedica todo su esmero, sobre todo por la conseguida sensualidad que transpira cada escena en la que interviene. También tenemos la oportunidad de ver a la carismática Hilary Swank, magnífica en su papel de tendera provinciana, y que sirve a la historia para la introducción de uno de sus breves apuntes sociales. Por último, y entre otros, tenemos también a un Patrick Swayze orondo, interpretando a un ignorado cabeza de familia que trata de ayudar a su hija Cheri, sin que esta lo sepa ni quiera. Por lo demás, destacar las excelentes localizaciones nocturnas (la ciudad acaba resultando familiar para el espectador), retratadas vívidamente con la steadycam y reproducidas con una fotografía clara, colorista y brillante (mientras que los "flashes" o ráfagas parece que siguen siendo inevitables en este tipo del films). Nada más que comentar de esta obra que cumple con soltura con sus objetivos, el más importante de ellos entretener, que nos ofrece una mirada cáustica y directa sobre las personas a través de una buena idea, y que hace que esperemos nuevos proyectos que puedan confirmar el talento de este prometedor realizador (espero que, al revés de lo ocurrido con otros, véase Nolan, esta vez la promesa se cumpla).

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Jueves, 8 de septiembre del 2005 - Crítica de Código 46.

Cine DVD films película Crítica de Código 46 de Michael Winterbottom con fotos de Samantha Morton Tim Robbins Blade Runner ciencia ficción Frank Cottrell Boyce Code 46

ódigo 46 ("Code 46", 2003), la película de Michael Winterbottom, guarda afinidad en muchos aspectos con ese cine que se quiere definir como "posmoderno" y que rompiendo con las estructuras tradicionales, la linealidad y el esquema presentación-nudo-desenlace, se preocupa por abstraernos a la vida interior de los personajes y los sitúa muchas veces en ambientes traidos de otros géneros, sea el terror, el thriller, o la ciencia ficción, como en este caso, pero sin intención de inscribirse en ninguno de ellos. Este nuevo cine es más una amalgama de conceptos sobre el propio arte que un movimiento que defienda unas premisas coherentes, por lo que no se agota aquí; por ejemplo, pienso en sus preocupaciones metacinematográficas o el interés en interactuar con el espectador, manipulando la dimensión realidad-ficción. "Código 46" nos narra la intensa y fatal historia de amor (que es a la vez la historia de una infidelidad) entre William (Tim Robbins) y Maria (Samantha Morton), una pareja de enamorados que pueden verse traicionados en cualquier momento por su propios prejuicios morales. Subterráneamente, la historia de un amor imposible, que exige arriesgarse rompiendo con las normas... el tema clásico por excelencia. Durante la primera parte del film, extraordinaria, acompañamos a Maria, una delincuente sin una gota de sofisticación, pero por ello mismo con una gran autenticidad, en su entrega confiada a William, un agente de investigación, un hombre seguro de sí mismo. La historia en sí, como se observa, es más bien simple, lo complejo en realidad es su contexto: un futuro no muy diferente al mundo actual, en el que la vida se desarrolla bajo las limitaciones que se han establecido debido a los riesgos de la manipulación genética, donde, para evitar el incesto, no todas las relaciones personales son compatibles, y como consecuencia legales, y donde cada cual dispone de una "cobertura" de movimiento restringida. Un mundo dominado por un poder indeterminado, que vigila y decide sobre las personas, que mantiene un desorden controlado gracias a la adhesión de los privilegiados, donde se destruyen fronteras para restablecer otras, y donde de la multiculturalidad no se sigue la riqueza cultural, pero, eso sí, un poder que trata con aparente amabilidad a sus súbditos. Un mundo habitado por seres volubles y en perpetuo cambio, sumidos en la incomunicación, encerrados en formas estandarizadas de lenguaje... Y a pesar de todo, vemos a hombres y mujeres que disfrutan de una gran autonomía, la vigilancia al fin y al cabo es muy relativa y las normas son fácilmente salvables. Incesto, aborto, emigración, desigualdad, moral... todos ellos temas que se tratan en un film que evita extenderse sobre ninguno. De todo esto se sigue una película con problemas graves de coherencia y aún mayores de definición, por lo que, al menos para el que esto escribe, las conclusiones de la historia se reducen a una serie de reflexiones dispersas (políticas, sociales y morales, pocas o ninguna artísticas) sobre el mundo actual y sobre el ser humano y su condición. Como no llego a obtener la primera lectura no puedo decir que el film se abra a varias, y como mi entusiasmo es poco tampoco me atrevo a decir que el film concentre muchas de las ideas del filósofo alemán Habermas. La vitalidad que se desprende de la primera parte del film se va debilitando a medida que pasan los minutos, y debido a la falta de concreción mencionada no se deja margen a la imaginación del espectador. La riqueza de la interpretación de Morton se desinfla con la película, al igual que el interés por los personajes (hasta las caricias que se reparten acaban agotando), y las pesquisas que protagoniza Robbins no parecen servir a ningún objetivo (ningún director debería renunciar a que cada segundo sea importante). Mientras tanto el mundo que se retrata sigue sin convencerme, quizá por insuficiente, quizá por quedarse a medio camino entre el presente y el futuro, por incoherente seguramente, en todo caso por un "exceso de moderación", si se me perdona la expresión. El film también tiene valores positivos, empezando por la calidad y realismo de los personajes, donde hasta el más secundario destila personalidad; o la variedad de las localizaciones, con grandes panorámicas que sirven de interludio a escenas de más intensidad (y que por otro lado también restan fluidez visual al conjunto); o la elección de escenarios de la vida cotidiana (por ejemplo: los pobres ofreciendo servicios a los coches, el metro, donde se representan los deseos de Maria); o el modo en que se relata el acercamiento (y después distanciamiento) entre los protagonistas, con la escalada de sus encuentros sexuales... Es una película que no puede evitar la comparación con Blade Runner, por la similitud en sus premisas, y que sale perdiendo de ella, pero que en todo caso es recomendable para todo aquel buscador de nuevas experiencias fílmicas. (Por: Hamm).

Foro de Código 46




Martes, 06 de septiembre del 2005 - Crítica de La Última Ola.

Cine DVD films película Crítica de La Última Ola de Peter Weir con Richard Chamberlain

uien crea que "La Última Ola" tiene algo que ver en algún sentido con los fenómenos climatológicos, que ahora, por desgracia, tenemos tan presentes (huracán Katrina), se equivoca totalmente. En esta produccion autraliana del año 1977, de un Peter Weir en sus primeros años, la lluvia o las olas ocupan un lugar primordial, pero para ayudar al espectador a internarse en la cultura de los aborígenes australianos, en los significados de sus tradiciones y sus leyes; y a la vez para acompañar las diferentes fases del proceso de transformación personal de su protagonista, un joven abogado, blanco y con dos hijas, al que interesan en un caso de asesinato producido en misteriosas circunstancias relacionadas con las prácticas de brujería de los nativos australianos. De una vida familiar tranquila y convencional, pasa a tener que enfrentarse a violentas pesadillas que intentan revelarle un ancestral secreto de terribles consecuencias para sí mismo. Lluvias torrenciales, granizos, vientos tempestuosos, acompañan su ansiosa búsqueda, que le transforma de tal modo que su mujer se siente incapaz de reconocerlo y su padrastro, un predicador, tampoco encuentra el modo de guiarle. Sus sueños han cambiado y las referencias a las que antes se aferraba ya no le sirven. Solo le queda continuar su búsqueda hasta el final. Con esto ya puede quedar claro la intención de realizador en una dirección: la de la introspección y profundización psicológica del protagonista. La segunda intención es la del retrato, en tono crítico, de las relaciones conflictivas o inexistentes (o ambas, porque no son incompatibles) ente el blanco y el nativo, al que vemos, con sus marcadas y hostiles facciones, morando en barrios bajos y protegiendo sus tradiciones de la mirada del colonizador en las cloacas de la urbe. El film nos recuerda los orígenes compartidos entre todo ser humano, ya que a unos sirven las explicaciones de los otros, incluso más que las propias, por ejemplo, frente a la muerte, un universal inseparable de la condición humana, que los aborígenes, tal como apunta el film, parecen haber asimilado mejor a través de sus prácticas culturales. El film tiene una vertiente estética muy acentuada y una parte importante de suspense, que se advierte bien manejada en largos y sobrios momentos de tensión. Sorprende, además, el modo con que el realizador integra muchos de los recursos narrativos propios del terror (afectan incluso a la estructura del film), que incluso mejora con llamativos hallazgos visuales. Por ejemplo, en el agua que en sinuoso discurrir va invadiendo el interior del hogar protector, se puede reconocer algo del actual realizador japonés Hideo Nakata. O los instantes, especialmente impactantes, en los que se encaran el protagonista con los seres de sus alucinaciones, momentos que demuestran como nunca lo productivas que pueden llegar a ser las simples distancias (y el fuera de campo) a efectos dramáticos. En cuanto a los actores, destacar a un Richard Chamberlain solvente en escenas de gran complejidad, como la de la hipnósis, consiguiendo conectar con intensidad con el espectador. El aspecto más negativo se localiza en la pérdida de ritmo de algunos de sus tramos, donde la acción se ralentiza innecesariamente, y en una música que se ha quedado antigua en un film, por lo demás, extraordinariamente moderno para la fecha de su realización. (Por: Hamm).

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